lunes, 2 de enero de 2012

Dar Tiempo

FRENTE A FRENTE

Dicen que los
tres últimos deseos de Alejandro Magno, El Grande, conquistador de
medio mundo a los 25 años, cuando estaba en su lecho muerte fueron:

Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los mejores médicos de su reino.
Que los tesoros que había conquistado (plata, oro, piedras preciosas), fueran esparcidos por el camino hasta su tumba, y...
Que durante el cortejo fúnebre sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd y a la vista de todos.
*
Cuando uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó
cuáles eran sus razones, El Grande explicó:
“Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos no tienen, ante la muerte, el poder de curar”.
Quiero
que en el suelo queden mis tesoros para que todos puedan ver que los
bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen”.
“Y quiero que mis manos se balanceen al
viento para que las personas puedan ver que vinimos con las manos
vacías y con las manos vacías partimos cuando se nos termina el más
valioso tesoro, que es el tiempo”.
*
Aprendamos de sus palabras que al morir nada material nos llevamos,
pero dejamos las buenas acciones que hayamos aplicado.
Y de estas, el mayor tesoro que puedes legar es el tiempo que
concediste.
Podemos producir más dinero, pero no más tiempo...
Cuando le dedicamos tiempo a una persona le estamos entregando una
porción de nuestra vida que nunca podremos recuperar, pues nuestro
tiempo es nuestra vida. De ahí su valor, al dar y al recibir.
Entonces, el mejor regalo que le puedes dar
(y recibir) a alguien es tu tiempo, por lo que siempre serás mucho (o
poco) recordado. Dalo con generosidad, recíbelo con reconocimiento.

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